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Abedules de Las Alamedas, Gargantilla (Cáceres).

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Los niños son una buena excusa para hacer cosas que realmente nos apetecen más a nosotros que a ellos. Aprovechando que mi hija de cinco años no había visto nevar nunca, se me ocurrió, tras consultar las previsiones meteorológicas, que este sábado era una buena ocasión. Nos acercamos al Puerto de Honduras a comienzo de la tarde, el cielo tenía buena pinta y ya en Hervás nos cayeron unas gotitas de agua. Pero en la parte alta del puerto la temperatura había descendido demasiado (-3 º C) y hacía un viento muy frío. No pintaba bien la cosa y como era previsible cayeron unos pequeños granizos en lugar de los esperados copos.


Aunque no había mucha nieve al menos pude traerme una de esas imágenes que tanto me gustan del tipo “Extremadura durante la última glaciación”. Los abedules de Las Alamedas de Gargantilla se encontraban tan en su salsa como lo debieron estar sus antepasados hace unos 10.000 años, al inicio del período Boreal, finalizada ya la última glaciación.

El despertar de la cazadora. Drosera rotundifolia.

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Tras pasar el invierno en forma de hibernaculum (unas diminutas láminas foliares muy resistentes al frío), la Hierba rocío (Drosera rotundifolia) comienza a desperezarse entre los musgos de turbera, como anticipo de la primavera. Sus aún diminutas hojas despliegan sus pelos glandulares ya recubiertos de mucílagos. Pese a ser apenas un proyecto de planta carnívora ya es capaz de atrapar algún diminuto bichillo.



El picudo minador del jardín.

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He visto peluches de casi cualquier cosa, real o imaginaria, animada o inanimada. Pero nunca he visto el peluche de un gorgojo. Asociados a plagas de los cultivos y a la destrucción de reservas alimenticias, los gorgojos no gozan de buena prensa, eso está claro. Pero imagino que con sus más de 50.000 especies algo estarán haciendo bien.


Lixux vilis (al menos eso creo) es una de las más de 500 especies de picudos minadores que atacan a las herbáceas de buen porte por todo el mundo. Las hembras colocan los huevos en los tallos de varias familias de plantas (Brassicaceae, Apiaceae, Compositae, Caryophyllaceae, Chenopodiaceae, etc), muchas de ellas utilizadas en jardinería, por lo que es un visitante relativamente habitual de los jardines. Este de la foto ya está un poco desgastado y ha perdido parte del “peluche” que lo recubre, al no presentar el rostro pelado supongo que será un macho (las hembras utilizan el rostro para taladrar los agujeros en los tallos donde colocan sus huevos). Presentan de 2 a 3 generaciones anuales, pasando el invierno como adulto.

Tinao verato. La Somera, Guijo de Santa Bárbara (Cáceres).

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Viendo el destino que ha sufrido la arquitectura popular en buena parte de nuestros pueblos serranos, no es extraño que la aparición de una construcción tradicional ganadera en medio de un rebollar sea capaz de conmoverme. Conmoverme, porque auguro un futuro bastante oscuro a esta sencilla y bella construcción, si es que pasados los años aún continúa igual. No me extrañaría que terminara “rehabilitada” como nave de aperos, pero con un inequívoco aspecto de chalet y quizás habitada por unos amantes de las esencias rurales. Con su huertecito orgánico y todo. Otro Walden verato.


La historia del anacronismo, del avance imparable de los tiempos, de la irrenunciable mejoría en la calidad de vida y todo eso no lo voy a discutir, aunque existen infinitos ejemplos en otras partes del Planeta, incluso más ricas y avanzadas, donde esto no ha supuesto un gran problema. Aquí, yo creo que ha habido más bien un grave problema de complejos en los últimos 50-60 años, solucionado intentando edificar como en la capital. Un intento por modernizar la estética de las calles, eliminando cualquier vestigio de pueblo. Asociando lo antiguo con lo pobre. Aparecen así el aluminio, las chapas, el asfalto, los azulejos y todo elemento constructivo alejado de la tradición, de lo del pueblo. Sustituyendo lo tradicional por lo feo. Ahora, cuando gran parte del daño está hecho, parece que se quiere revertir la situación, lo rural vende, pero con gastarse el dinero en chapar de piedra o usar la madera en cualquier nueva construcción no es suficiente. Se han perdido las esencias, el patrimonio de referencia o, si se prefiere, el alma.




Tinado de una planta con doblao con acceso posterior, aprovechando el desnivel de la ladera. Construido en mampostería de granito con mortero de cascote y piedras. El interior va rematado con una especie de mortero bastardo con cal. Tejado a dos aguas con cuartones de castaño y cubierta de teja que van dispuestas simplemente imbricadas sobre rollizos. Presenta un corral descubierto en la parte más baja.




En el momento de la visita (2005) no requería más que una limpieza de hierbas en el patio, un repaso del tablado del doblao y correr el tejado para arreglar alguna hilera perdida de tejas.

¿Qué hacemos con la Cabra Jurdana?

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Cabras jurdanas berrendas en colorao. El Gasco, Nuñomoral (Cáceres).

La comarca de Las Hurdes (Cáceres) es un lugar especial. No importa lo mucho que se haya quemado, no importa los daños que se le hayan infringido a su patrimonio arquitectónico, sigue conservando su carácter genuino, totalmente alejado de los parques temáticos en los que se han convertido muchas de nuestras zonas rurales en pos del bendito turismo rural. Aquí, de momento, nunca tienes la sensación de estar en un decorado.

Macho de cabra jurdana con su tupé.

En sitios así, lógicamente, uno no puede andarse por las ramas y hay que buscar comer cosas genuinas como la famosa ensalada de limón y naranja o el no menos famoso cabrito. Por desgracia, el verdadero cabrito de Las Hurdes ya no existe o, para ser más exactos, desaparecerá tal vez en unos pocos meses. El Cabrito de Las Hurdes sólo puede ser de Cabra Jurdana, la raza autóctona ancestral de esta comarca y no corren buenos tiempos para esta bella cabra. Lo otro, es un cabrito en Las Hurdes.

Rebaño mixto donde se mantienen las últimas cabras jurdanas.

¿Cómo puede ser que la raza autóctona de la comarca, productora de su más valioso producto gastronómico, esté al borde de la extinción?, ¿cómo puede pasar en una comarca que busca destacarse como un producto turístico diferenciado?, ¿cómo puede pasar en la Europa de la PAC y los FEADER?, ¿cómo puede pasar esto en el siglo XXI?

La verdad es que la Cabra Jurdana se ha quedado sola. Abandonada por los restauradores que no han sabido ofertar y valorar un producto singular; abandonada por los ganaderos que han realizado una auténtica limpieza étnica de sus piaras, siendo absorbida la Jurdana por cruzamientos con machos de otras razas y abandonada por las administraciones, que han decidido darla por muerta mientras aún respira su patrimonio genético en unas pocas cabras de El Gasco y quizás Las Erías. Alguna razón habrá para este abandono. Debe estar bien justificada la renuncia a un elemento tan valioso de la cultura hurdana.

Chivarra jurdana nevada.

Pero lo cierto es que las pobres lanecas no parece que hayan cometido ningún error. Son unas cabras de una dureza y rusticidad extrema a juicio de todos los cabreros que las trabajaron, incomparablemente adaptadas a los valles altos de Las Hurdes. Su porte es muy similar al de la cabra montesa, de cuerpo macizo y patas cortas, mucho mejor adaptadas a los lanchares de pizarra que las andarinas y más grandes Verata y Retinta, por citar solo a dos razas extremeñas entre las muchas razas que han desplazado a la Jurdana. No hay ningún estudio que demuestre que, en esas condiciones, la Jurdana sea menos rentable. No hay ninguna raza que se haya impuesto a la Jurdana, de hecho, las piaras actuales son unos entes mil leches fruto más de una inquietud coleccionista que de una metódica selección.

Por otro lado, muy pocos son los que han probado el genuino Cabrito de las Hurdes en las últimas décadas, pero coinciden en que, pese a un rendimiento muy inferior en peso, su mayor calidad organoléptia era clara, un patrón típico de los productos gourmet.

No menos valiosos son los recuerdos de las imprescindibles sogas confeccionadas con el pelo de estas cabras o la participación de sus cuernos y pieles en diversas manifestaciones del folclore hurdano. Sin olvidar que estas eran las cabras de la archiconocida película de Buñuel. No quiero pensar que esta raza hubiera corrido más suerte con otro nombre y en otro lugar, tal vez entonces las administraciones se la hubieran tomado más en serio, como corresponde a una raza catalogada en Peligro de Extinción, antes de decidir su descatalogación. Tal vez, incluso, se hubiera incluido hace años en el Programa nacional de conservación y fomento (cuando según los datos publicados por el CENSYRA de Badajoz todavía existían unos 50 ejemplares), como se ha hecho con otras razas en una situación similar a la de la Jurdana.

Aspero valle del río Malvellido donde pastan las últimas cabras jurdanas.
En El Gasco todavía hemos podido ver algunas de estas cabras jurdanas, incluso de buenas características morfológicas si hemos de seguir la publicación del FEAGAS. Unas cabras que todos los viejos cabreros al observar las fotografías reconocieron sin dudar como las cabras antiguas. Yo creo que con semejante aval no hace falta nada más, diga lo que diga el Ministerio de Agricultura. Pero lo cierto es que sus propietarios están un poco cansados y desmotivados. Cada vez mantienen menos animales de Jurdana en favor de otras razas o sus cruces. El hecho de tener problemas para el cobro de la subvención que tienen los ganaderos de caprino, no creo que les ayude a motivarse para sobrellevar la desigual tarea de competir contra cabritos más grandes, ya no son unos niños precisamente. Mucho me temo que cualquier día echen el cierre y con él se acabe todo. Ahora sí.

Berrenda colorada. La subida a los agostaderos de Tornavacas.

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Duelo al sol en el antiguo glaciar de Cuerda Llana.

No soy yo muy amigo de vacadas en la alta montaña extremeña, terrenos que siempre han sido más de cabra y oveja, ahora en horas bajas. Los daños que llegan a hacer son bastante evidentes en unos terrenos de suelo escaso y gran desnivel, salpicados por parches de suelos higroturbosos. Pero son tan bonitas las vacas berrendas coloradas, las madres de las famosas Longhorn tejanas, que uno se olvida de todo y además estamos en Tornavacas.

Para llegar a los frescos regajos primero hay que cruzar los secos piornales.

En junio de 2014 me encontré con esta vacada subiendo por las viejas trochas, en dirección a los regajos donde pasarían en verano. A la hora del bocata, donde un día estuvieron los hielos del glaciar de Cuerda Llana, dos de estas vacas aparecieron entre los piornos y mostraron un preocupante interés por mi comida. Ellas estaban rodeadas de nardetas, megaforbios y dios sabe cuántas cosas más de las que suele comer una vaca. Yo sólo tenía un bocata…y lo defendí.

El Roble Grande de la Solana.

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Reconozco que mi capacidad de asombro hace años que alcanzó su tope y ahora ya no hay nada que me sorprenda. Ayer me enteré de la muerte de uno de nuestros Árboles Singulares, más bien de su asesinato, y no me sorprendió, llevo viendo obras maestras de estas sanguijuelas desde que tengo uso de razón. El mundo es suyo, eso es cierto. Mi interés por la conservación de la Naturaleza era hasta hace algo menos de 6 años una cuestión de puro egoísmo, por el mero placer del disfrute de la Belleza con mayúsculas y por el indudable enriquecimiento personal que nos aporta el mantenernos unidos con la Naturaleza. Ahora ese egoísmo se ha transformado en un egoísmo de padre. Y ahí se acaba todo.


Desde pequeño soy absolutamente consciente de que nuestra especie va a acabar consigo misma. Es algo natural puesto que somos una obra de la Naturaleza, es bueno asumirlo cuanto antes. Puede que nos llevemos a un puñado, cientos, miles de especies con nosotros en nuestra caída, pero no nos hagamos los interesantes, a los pocos años de haber desaparecido el último ser humano de la Tierra, la Naturaleza se recuperará, como está ocurriendo en Chernobyl.


El de la motosierra y el herbicida no ha hecho nada destacable, estoy harto de ver cosas peores. Yo sólo lo siento por el pobre Roble Grande, que vio pasar bajo su copa generaciones de leñadores sin que le tocaran un pelo, esto le debió coger por sorpresa. Por mucho que el método sea el habitual de esos seres analfabetos y avariciosos que se creen por encima de todo.


El de la motosierra y el herbicida sólo ha hecho el mundo un poco más feo. Pero no importa, para cualquier animal el Roble Grande era un roble más y para las personas parece que también. Hoy hay Champion League.

Puentecinos de Torremocha (Cáceres).

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Hoy nos puede parecer increíble, mágico incluso, pero mucho tiempo antes de los Fondos de Cohesión, antes de que Calatrava enseñara al mundo cómo hacer un puente, la gente se buscaba las maneras para no mojarse los pies más de lo necesario.

Sabiendo que nunca nadie en ningún lugar del Planeta, ni en ninguna época, va a construir otro puente de Alcántara, es tontería emperrarse en gastarse el dinero en hacer un puente fino, sobre todo si lo tiene que pagar uno.

Pero tampoco hay que actuar sin estilo, tan grave es pecar por exceso, como ser un cutre. En ese punto exacto es donde estaban estos constructores de Torremocha. El puentecino bonito para que pase un burro con los sacos de harina de los molinos. El paso elevado, pontón o como quiera que se llame, para pasar a pie de camino al huerto o a los olivos, las bestias que se mojen las pezuñas.




Esta es una forma de pensar bastante saludable, tal y como yo lo veo, y no tardaremos en volver a ella.

Jardín de casa encantado. Águeda, 5 años.

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El jardincillo de casa dibujado por mi hija en unos quince minutos. Curiosamente ha eliminado todos los elementos estructurales del jardín (o eso pensaba yo), árboles de hoja caduca, arbustos perennes, hiedra, etc. Ha compuesto su versión del jardín que, dándole vueltas, resulta ser el auténtico alma del mismo: El banco de madera, la mesa de forja, las celosías de bambú, la rocalla de caliza anaranjada con la Aubrieta de flores moradas(la única planta en flor en ese momento), el Arce japonés con las hojas nuevas de color rojo coral, la Campanula que crece junto al arce y los cantos rodados blancos del suelo.

Duelo al sol. Lagartija colirroja (Acanthodactylus erythrurus).

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El jovenzuelo provocando.

Cuando uno pasa un rato observando tranquilamente a un animal en su ambiente, rápidamente aparecen actitudes y comportamientos que inevitablemente ve reflejados en los de nuestra propia especie, incluso en las lagartijas.

Bajaba de recogida, tras un paseo por la parte alta de la sierra, cuando no pude evitar parar en una zona especialmente buena para la Lagartija colirroja. Será una especie de zonas áridas y vendrá equipada de serie para las dunas, pero le gustan un montón las zonas soleadas de la media montaña cacereña.

El adulto y la hormiga.


Conseguí sentarme cerca de un adulto de gran tamaño que se soleaba y que tenía ese aspecto típico de las lagartijas cuando están pegando una cabezadita. Cuando apareció un jovenzuelo abrió los ojos, lo midió visualmente, tras lo que lo ignoró sin más. Pero el jovenzuelo empezó a desafiarle levantándose todo lo posible con sus patas delanteras para parecer más grande. Esto el viejo no lo toleró y le respondió con el mismo gesto, pero el jovenzuelo no se echaba atrás. Mantuvieron el duelo un par de minutos sin que ninguno se moviera de su posición, pero en ese momento unas hormigas gordas empezaron a pasear entre las patas estiradas del viejo. Viendo ese festín bajo su cuerpo empezó a mirarlas de reojo, aunque mantenía al joven controlado. Pero la tentación era mucha y empezó a relajar su postura, más preocupado ya por las hormigas. Esto lo debió interpretar el joven como una victoria y avanzó casi medio metro hacía el adulto. Error. El adulto por ahí no iba a pasar y se lanzó como un rayo sobre el joven, que escapó entre el matorral por los pelos.


Tras su victoria, el adulto volvió al lugar de las hormigas con grandes contoneos, hizo un par de gestos de amenaza, todo lo cual recordaba al típico abusón fanfarrón, y se merendó unas hormigas.

La Calima: un consuelo.

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Calima desde Sierra Nevada (Granada). 2.900 m. Foto viejorra.

Hoy mientras sacaba la basura, eran más de las 10 de la noche, las chicharras estaban cantando y el termómetro de casa marcaba los 34 ºC en la calle. Miré al cielo y vi esa horrible calima acompañante de las olas de calor del verano.La noche promete.

Sin embargo, desde hace ya algunos años encuentro mi consuelo ante esta circunstancia, fue tras leer un informe sobre los proyectos AL:PE 2 (1995) y MOLAR (2000) que estudiaron la contaminación vía atmosférica de las lagunas de las montañas europeas. Los resultados eran sorprendentes y la calima jugaba un papel inesperado.

Cuanto más cerca del centro industrial de Europa, más contaminadas estaban las lagunas por la deposición ácida (óxidos de Azufre o Nitrógeno de los combustibles fósiles). Así, las lagunas del norte de España estaban más contaminadas que las del sur. En Gredos se estudió la Laguna Cimera (2.140 m.), la que está a mayor altitud de las famosas Cinco Lagunas. El contenido en Cadmio en el hígado de los salvelinos, que se soltaron allí para pescarlos, alcanza niveles no aptos para el consumo.


Y ¿qué hay de la calima?, pues resulta que las aguas de estas lagunas de origen glaciar, en su pureza, tienen una nula reserva alcalina que neutralice la lluvia ácida. Sin embargo, el polvo sahariano que llega a la Península durante las olas de calor tiene un ph básico, que neutraliza en buena medida los efectos de esa contaminación vía atmosférica. Increíble. Ahora hay que mirar con mejores ojos a esos cielos sucios de estos días. El que no se consuela es porque no quiere.

Elogio de la planta. Francis Hallé

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Aunque reconozco que no soy un asiduo lector de libros de divulgación escritos por franceses, no se puedo negar que tienen una frescura que los diferencia rápidamente de la “ortodoxia anglosajona”. Este es el segundo libro que leo de Francis Hallé (el otro es el muy recomendable “Un mundo sin invierno. Los trópicos: naturaleza y sociedades”).


Hallé es uno de los padres de la moderna arboricultura y un gran tropicalista, pero que seguramente se le recordará por su particular forma de estudiar la biodiversidad en las copas de los árboles de la selva tropical desde una plataforma sustentada por un globo aerostático. El libro es una mezcla de reivindicación de las plantas frente a nuestro “zoocentrismo” y una constatación de su verdadera importancia dentro de nuestro Planeta. Por momentos, parece un libro escrito por una planta que se asombrara de lo raritos que somos los animalejos.

Pink Power: Hemidactylus turcicus

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Salamanquesa rosada. Sierra de Fuentes (Cáceres).


El Saltarrostros (Tarentola mauritanica) es más abundante, más grande y con más mala leche. Pero la Salamanquesa rosada es más bonita, tiene esa belleza del Trópico que tanto nos atrae escrita en la cara.

Araña moteada saltadora (Eresus kollari).

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Eresus kollari. Macho. Sierra del Risco, Sierra de Fuentes (Cáceres).

Pese a su diminuto tamaño, un macho a duras penas alcanza 1 cm, Eresus kollari es una araña que no pasa desapercibida. Parece de dibujos animados. Su taxonomía es bastante complicada, parece vivir en un bucle especie-subespecie-especie, unido con diversos cambios de nomenclatura: Eresus niger, Eresus cinnaberinus.

Repasando su distribución en España me encuentro un trabajo de 2014 donde se cita a la especie en 19 provincias. Por el Este baja hasta Málaga y por el Centro-oeste parece quedar al norte del Sistema Central, ausente por tanto de Extremadura. Un patrón muy habitual que, de no ser porque la he observado en varios puntos de la provincia de Cáceres, me parecería un clásico de la biogeografía. ¿Será esto otra excepción, o acaso tenemos un agujero enorme en cuanto al conocimiento de nuestra diversidad biológica en Extremadura?

Eresus kollari. Hembra. Valcorchero, Plasencia (Cáceres).


Eresus kollari es una araña de suelo, que vive casi toda su vida en un pequeño túnel de unos 10 cm, con una pequeña telaraña en su boca. Caza escarabajos y milpiés y parece que le encantan las cincindelas, esos escarabajos depredadores que vistos de cerca parecen un alien. En otoño los machos salen del túnel en busca de la hembra, siendo más fáciles de ver. La hembra parece que cuida de los huevos y de las crías en sus primeras fases de desarrollo. En Extremadura la he visto en claros de alcornocal y piornal, en zonas soleadas y con rocas. Por lo que he podido leer, parece una especie exigente con su hábitat, ya que es de las especies que más tarda en recolonizar terrenos que han sufrido incendios.

Los Castaños de Escondelobos (Casas del Castañar, Cáceres).

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Aquellos vecinos de La Asperilla que en el siglo XV, cansados de vivir continuamente a caballo entre el pueblo y las fincas de castaño de la sierra, decidieron quedarse a vivir en los sequeros de castaños, fueron los fundadores de las Casas del Castañar. Pero sería injusto no reconocer que los verdaderos promotores de aquello fueron los castaños. Castaños entre los que se contaban los Castaños de Escondelobos, que ya por entonces debían ser unos ejemplares de porte majestuoso.

Si a los vecinos de Casas del Castañar las cosas le fueron bien y el pueblo creció, hasta el punto que La Asperilla terminó por desaparecer, a los castaños las cosas le fueron mal. La enfermedad de la tinta acabó en 150 años con más del 90 % de los castaños de la sierra. Dejaban el hueco al que sería la futura estrella de la comarca: el cerezo.


Los Castaños de Escondelobos ya tenían 300 años cuando nacieron las Casas del Castañar, forman parte del 10 % de castaños que superaron la tinta y a punto estuvieron de ser apeados para hacerle un hueco a los cerezos. Hoy están protegidos como Árboles Singulares de Extremadura. Deberían ser venerados, pero qué poca gente los conocía y valoraba hace tan sólo 15 años.

Brumas hurdanas

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He escuchado muchas veces aquello de “si te subes a lo alto de la Sierra de Gata, al Jálama o al Carbonero, los días con frente atlántico puedes oler el mar”. Bien, mis cualidades olfativas deben haber quedado mermadas de oler tanto queso, porque yo no lo he conseguido nunca en ninguno de los dos. A veces sospecho que hay mucho poeta suelto.


Lo que si os puedo asegurar es que los días brumosos de otoño-invierno, cuando desde el Puerto de Honduras miro hacia Las Hurdes, veo el mar.

Careo de Cabra Jurdana.

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Una buena parte de la literatura especializada y los documentos administrativos muestran como el ganado de tipo meseteño ha generado en Extremadura magníficas razas caprinas como la Verata o la Retinta, salvo en Las Hurdes, donde degeneraron en la pobre Jurdana. Ayer, mientras observaba a la endémica Armeria salmantica en la parte alta del valle del Malvellido, el último refugio de la Jurdana, no pude evitar pensar en si habría un solo botánico que pensara que aquellas Armeria bigerrensis de Gredos, que quedaron aisladas en los altos cordales de Las Hurdes y la Sierra de Francia, habían degenerado por hibridación hasta el bello endemismo que contemplaba.



Observando a la última piara de cabras jurdanas mientras eran careadas por el paraje de La Sierpe de El Gasco, entre lanchares de pizarra suficientemente grandes para acoger nidos de buitres leonados, parecía claro que aquellas cabras estaban bastante lejos de la degeneración. Al contrario, si la Verata o la Retinta podían encontrar refugio en las dehesas en las épocas adversas del año, la Jurdana debía soportar el año entero en aquellos terrenos rocosos alimentándose básicamente de arbustos. Su cuerpo, además, lejos de parecer degenerado se asemeja bastante al de la Cabra montés, con la que llega a coincidir en las zonas altas. Posiblemente, de haber visto estas cabras en su ambiente y no en las pobres instalaciones donde pasan la noche, aquellos expertos no se hubieran dejado llevar por los prejuicios y hubieran descrito a esta raza como fruto de una cuidadosa selección llevada a cabo por los cabreros hurdanos para adaptar el ganado meseteño a un entorno bellísimo, pero muy duro. Una raza que, junto con el castaño, contribuyó a conformar el paisaje de las Hurdes altas.


Chorlito dorado americano (Pluvialis dominica): la tragedia del errante.

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Chorlito dorado americano localizado por Sergio Mayordomo en Galisteo (Cáceres). Fotografiado en diciembre de 2016.

Si intentaramos ponernos en el pellejo de algunos de estos pequeños divagantes transoceánicos, las peripecias de Di Caprio en “El Renacido” de González Inárritu no ocuparían un capítulo de Dora la Exploradora y haría falta echar mano de “La Odisea” de Homero. Basta con imaginar a una persona que, nacida en el Ártico canadiense, tuviera que hacer todos los años un viaje de ida y vuelta a la Patagonia, en un ultraligero movido con la fuerza de sus piernas (si eso fuera posible). Imaginemos, que durante ese duro viaje una terrible tormenta le arrastra al centro del océano Atlántico. Ahora ya no podrá descansar, si se agota, se ahoga. Una increíble fortaleza, o una increíble fortuna, consiguen que alcance la tierra, pero en un continente desconocido, donde no habita ninguno de los suyos. Con el tiempo, contacta con otra especie de humanos (neardentales, por ejemplo) y, aunque con desganas, consigue ser aceptados por ellos. Al menos ya no está solo. Así pasará el invierno, pero con la primavera sus compañeros se volverán a sus lugares de cría en el norte de Europa o en Siberia ¿Y ahora qué?

"Si esto no son bisontes tengo un problema"


Una alternativa es mirar hacia delante y seguir su instinto, volar al norte e intentar encontrar a los suyos para formar una pareja. No los encontrará y, a menos que emplee la violencia, se quedará solo. La otra alternativa es quedarse en el lugar al que ha llegado, sabe que no está donde debiera y que no puede dar marcha atrás, así que no merece la pena más esfuerzo. También se quedará solo. En realidad, empieza a sospechar que ya es un muerto en vida.

Viejas glorias.

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Hace unos días, gracias a mi amigo Roberto, pude recuperar mi vieja Peterson, mi primera guía de pájaros. Tardé poco en colocarla con sus viejas compañeras y pude así recomponer la que fue mi primera biblioteca, la biblioteca de un chaval de 12 años.

Cierto que “Monfragüe, sierra brava” es un par de años posterior, pero su presentación en Plasencia, en la sala de Caja Plasencia de la calle del Verdugo, con Jesús Garzón, José Luis Rodríguez y los dibujos originales de Luis Cuaresma, es uno de mis recuerdos imborrables de aquellos años. Me acompañó mi padre y estaba muy nervioso, porque Garzón me imponía mucho respeto. Creo que evitaron que me comportara como un auténtico fan, tanto mi timidez, como el hecho de ya en 1981, cuando él vivía en los Saltos de Torrejón y viajaba en su Jeep Comando rojo forrado de pegatinas, me dedicó su libro “De la sierra al Llano”, obra aún no superada.

La enciclopedia “Fauna”, que me leí completa dos veces durante una convalecencia en 3º de EGB y me convirtió en un repelente; la “Guía del Naturalista de Gerald Durrell”, que me metió el veneno de los cuadernos de campo, las mochilas y el gusto por bichejos y plantas. Por supuesto, los “Cuadernos de Campo del Dr. Félix Rodríguez de la Fuente”, en gran parte de mi primo, que yo le guardo con amor (al igual que él lo hace con una guía Omega de razas de palomas de un servidor). La Chinery de insectos con las marcas de dientes de mi perro Curro cuando era un cachorro (murió a los 14 años, hace ya 15 años…), la Harrison de huevos y la sorprendente guía de “Aves marinas del mundo” de Heinzel, muy apropiada para un crio de Cáceres.

He incluido la primera edición en español de la Peterson de 1957, aunque la compré por Internet a una librería de viejo de Chile hace unos 10 años. Lógicamente, la pobre nunca fue usada en Chile y su deterioro se debe a que cruzó 4 veces el Atlántico en una extraña competición por ver que correos era el más ineficaz, el chileno o el español. Lo cierto es que el librero la recibió de vuelta húmeda y, tal cual, la envolvió en plástico y la reenvió. Los hongos hicieron el resto. Hoy, gracias a encuadernaciones Roma está en un estado muy aceptable, aunque con una cubierta nueva, amarilla como la original.




Finalmente la óptica, mis Super Zenith 10x50 y el catalejo soviético TYPNCT-3 de 20x50. Un profesor de inglés canadiense que tuve hace unos años se sorprendió al descubrir que en España, en los 70 y 80, se utilizara material óptico de la pérfida CCCP. Se ve que en Canadá nunca pudieron experimentar la extraordinaria sensación de clavar un clavo en la pared con un instrumento de precisión.

¡Que alguien le ponga el cascabel al gato!

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Polluelo de mirlo refugiado en la Picea pungens"Globosa" del jardín. Esta costumbre le puede salvar la vida.

Los días de viento de la semana pasada han derribado el nido de mirlos que teníamos en la hiedra del jardín, obligando a tres pollos incapaces aún de volar a echarse a tierra. En principio todo parecía que se quedaría en un susto, pues el jardincillo ha servido de guardería a decenas de polluelos en los últimos años.

La misma noche de la caída ya me despertó la algarabía de los mirlos con sus llamadas de alarma, igual que la siguiente y la siguiente. Después le ocurrió a mi mujer. Yo entonces ya sabía perfectamente lo que ocurría, pues un par de días antes había salido al jardín tras oír las llamadas de alarma de varios mirlos. Me encontré a la pareja de mirlos que crían en casa, otra pareja que anida en un seto algo más abajo y a la pareja de jilgueros del cinamomo de la calle, alarmados y nerviosos. No tardé en descubrir a un gato grande y oscuro tumbado sobre el muro, observando fijamente la copa de un madroño mientras movía la punta de la cola. La misma copa donde estaba uno de los tres polluelos de mirlo.

Alguna vez he comentado en este blog (Ver aquí) lo que pienso de los lindos gatitos y lo que me molesta la despreocupación de los propietarios de gatos y, por qué no, la despreocupación de la administración si la comparamos con lo que ocurre con los perros. ¿Alguién se imagina una manada de perros callejeros reproduciéndose libremente en un caserón abandonado? O, simplemente, que el propietario de un pitbull le dejara salir solo a la calle sin bozal para que se quitara el estrés. Vale, los gatos no muerden a las personas, pero matan especies protegidas y mascotas.
No es que sea incapaz de sentir compasión por unos animales tan hermosos como los gatos, los detesto sin acritud. He recogido en mi pequeño jardín carboneros, mosquiteros, currucas, cogujadas y pardillos decapitados por el gato/s de un vecino/s y maldita la gracia que me hace. Con los años uno sabe que hay investigadores buenos, malos y regulares, como en todo, por eso no me sorprende que algunos defiendan que los gatos no hacen daño alguno en nuestros ecosistemas, que eso es solo de islas oceánicas. Algunos topillos de Cabrera de por aquí seguro que podrían aportar algunos datos en contra.
Podría tal vez regularse un poco más la cuestión, por razones sanitarias (los gatos también tienen sus momentos terrenales y cagan y mean donde les viene en gana, con niños o sin ellos) o de bienestar animal (el de los carboneros, por supuesto). Tal vez evitando aquellas razas más similares al animal ancestral y, por tanto, con casi plenas capacidades cazadoras, tal vez obligando al uso de collar identificativo con cascabel, tal vez mostrando la verdadera cara oculta de los gatos cuando suponen que no los vigilamos y eliminando los gatos cimarrones.

Bueno esto es una batalla perdida, pero pienso esto cada vez que un gato me quita el sueño, literalmente. Hace un par de días que solo veo a un polluelo de mirlo, tal vez sus hermanos hayan acabado sin cabeza en el cubo de basura de alguien. ¿O eso sólo pasa en las islas oceánicas?
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