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Otra nueva generación de Blanca Cacereña.

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He tenido la suerte de acompañar a técnicos responsables de la conservación de esta raza en peligro durante una vacunación en Navalmoral de la Mata (Cáceres) y he podido disfrutar con los nuevos miembros de esta vacada, auténtico reservorio de la raza. La Blanca cacereña, dado su carácter, se somete a las menores manipulaciones posibles, pues le generan mucho estrés. Las vacas conforme eran liberadas de la manga salían como alma que lleva el diablo y se alejaban todo lo que podían, momento en el que reclamaban a sus terneros. Me cuentan que esta raza es tan huraña que incluso cuando comparte parcela con la vaca Retinta las blancas siempre se mantienen agrupadas y alejadas de las otras vacas.
 







El día estaba nublado por lo que las fotos no son muy buenas, pero es que además es bastante complicado fotografiar a esta raza. A pesar de que encerraron a las vacas en una pequeña parcela donde las alimentaron era imposible acercarse a ellas, que se movían de un lado a otro de la parcela, dejándome siempre lo más alejado posible. Gracias a que me montaron en la caja de la pick up que las alimentaba pude acercarme finalmente a ellas. Tampoco ayuda mucho que la vacada se mantenga siempre tan apretada, resultando muy complicado tomar fotos de individuos aislados. Van a tener que montar un hidepara poder fotografiar a esta vaca.





Según los responsables del Libro Genealógico de la raza, que se mantiene en el CENSYRA de Badajoz, actualmente hay 680 vacas y 35 toros repartidos en 24 rebaños. Con tan bajo número se mantiene el riesgo crítico de desaparición. En el banco de germoplasma se conservan 64 embriones y 58.169 dosis seminales.

PROPONGO AL TRIGUERO (Miliaria calandra) AVE DEL AÑO.

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Mucho se está hablando de la excepcional primavera estos días, una temporada magnífica para las plantas. Había salido a ver qué tal les iba a unas Marsilea batardae (un raro helecho con forma de trébol de cuatro hojas) que hay cerca de Cáceres. En años lluviosos esta planta tiene auténticas explosiones.
Llevaba ya un par de horas por el campo y me paré a pensar ¿por qué me zumban tanto los oídos? No tardé en percatarme que, desde que salí del coche, había estado expuesto de manera ininterrumpida al canto del Triguero. Un canto que podríamos definir como una cristalería asaltada por elefantes. Es evidente que Rachel Carson jamás podría haber sido extremeña.

Cuando uno se para a observar a un Triguero -generalmente ellos hacen lo mismo con nosotros- siempre me viene a la cabeza la definición de una famosa guía de pájaros: “sin rasgos característicos” o algo similar. Más bien parece un cruce en el que un gorrión y una alondra aportaron, respectivamente, lo menos delicado de su anatomía. Los pájaros como el Triguero se suelen esconder y nos sorprenden con unos cantos maravillosos. Sin embargo, el Triguero intenta hacerse visible al máximo y nos deleitará con un despliegue efectista de vuelo de gallina combinado con el canto de una motosierra. Las trigueras deben alucinar… o no. Resulta que encima al Triguero todo esto le funciona y no son raros los casos de poligamia. Para un Pavo real o un Ave del Paraíso esto debe ser terrible y les comprendo.
En Extremadura hay exactamente un Triguero por metro cuadrado y están todos contentos por esta primavera. Ya estáis  avisados.

JORNADA DE PAJAREO POR LA SIERRA DE BÉJAR.

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Estos pechiazules no lo pusieron fácil para retratarlos y cuando no estaban entre el matorral estaban en contraluz.
 
Durante los últimos años sólo subía a la sierra en busca de plantas y, desde que nació la niña he estado dos años sin subir, así que ya tenía ganas de dedicar una jornada al Pechiazul, uno de mis pájaros favoritos. Para ello me he acercado a la Sierra de Béjar que, aunque tiene poblaciones de Pechiazul más pequeñas que las de Gredos, me pilla más cerca de casa.
 
Este apareció corriendo junto a mis pies, puso a prueba mis reflejos y perdí.
 
¿Banderas de plegarias tibetanas? Estos roqueros rojos pensaron que este era un buen límite para su territorio.
 
El día estaba engañosamente frío, con sol brillante en un cielo azul y un vientecillo que si bien al principio no desagradaba al rato te helaba. La primera parada fue para buscar Bisbita alpino y Alondra. Sólo pude ver un macho de la primera, aunque muy cerquita, y la segunda se encontraba en pleno celo con todos los machos cantando como locos en el cielo. También estaban muy activos con sus impresionantes vuelos de celo los escasos escribanos montesinos que hay a esta altitud (1800-2000 m), las currucas zarceras, los acentores comunes e incluso las tarabillas comunes. En esta primera zona no encontré pechiazules y no intenté buscar acentores alpinos, que en esta sierra son muy escasos y sólo se encuentran en las zonas más altas, donde los neveros que utilizan para alimentarse resisten hasta el mes de agosto. También escuché el canto de un solitario Escribano hortelano (seguro que en unos días habrá muchos más cantantes en el coro).

Acostumbrado al paso de collalbas grises norteñas, más grandotas y rojizas, esta Collalba gris ibérica me parece bellísima.


La segunda parada era para dos de las joyas de la avifauna europea: el Pechiazul y el Roquero rojo. El primero aún parece escaso y sólo vi tres individuos en dos zonas distintas, que apenas se asomaban a lo alto de los piornos, permaneciendo todo el rato ratoneando en la base de los matorrales (uno me salió casi de los pies). Sin cantar y en tan bajo número debe ser que este año vienen algo retrasados. Los que estaban en su salsa eran los roqueros rojos, de los que pude ver hasta tres parejas e incluso disfruté de las escaramuzas de dos machos en sus límites territoriales. En esta zona también había Bisbita campestre, Alondra, Collalba gris y el omnipresente Acentor común. También oí un cuco por la zona, que andará tras los nidos de Acentor común.

Roquero rojo, una extraña combinación de timidez y curiosidad.

Si bien el número de especies observadas es muy bajo, su interés compensa con creces la excursión. En un momento, además, en que la sierra está bellísima y se puede pasear entre neveros y por cervunales repletos con tres especies de narcisos (N. bulbocodium, N. rupicola y N.pseudonarcissus) y Crocus carpetanus.

MÁS SOBRE Erodium mouretii CACEREÑOS.

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Erodium mouretii y su visitante Eupeodes luniger (creo).
 
Que había Erodium mouretii en la Sierra de San Pedro es algo que tenía claro desde que un día, hace unos años ya, me enseñaron una población de esta planta en Alburquerque (Badajoz). Alejada como estaba de las sierras centrales de Badajoz, lo más próximo que tenía esa población eran las sierras fronterizas de Valencia de Alcántara y la sierra de San Pedro.

El año pasado por fin tuve la suerte de encontrarme con ella en unos cantiles de la parte cacereña de esta sierra, tras recorrer sin suerte las sierras de Valencia de Alcántara y de Santiago. Se trata de la única población conocida para esta provincia y aunque a simple vista parece que su regenerado es abundante, su número no debe ser muy superior a 100 ejemplares divididos en tres roquedos a lo largo de poco más de 1 kilómetro de sierra. El año pasado conté 12, 27 y +50 ejemplares reproductores, este año, como me he retrasado un poco, no he querido trastear mucho por la zona para no molestar a las aves.

Los cantiles son ocupados por Buitres leonados y los Erodium ocupan fisuras terrosas verticales y repisas donde son generosamente abonados por los buitres (yo mismo estuve a punto de ser abonado por un joven buitre que no se percató de que estaba debajo de él). Algunas plantas estaban literalmente entre los buitres y sus desechos, la peste era insoportable. La base de los cantiles están limpios como si los barrieran, ya que son muy frecuentados por ciervos y muflones. Como especies acompañantes en estos roquedos cuarcíticos encontré Adenocarpus complicatus, Cheilantes acrostica, Sedum hirsutum, Digitalus thapsi, Umbilicus rupestris, Rumex induratus y Dianthus lusitanus.

El año pasado con el invierno tan seco que tuvimos las plantas estaban esmirriadas y dieron pocas flores y sólo tenía una foto de estas plantas con flores ya pasadas. Este año he podido hacerles una foto para ver sus flores, aunque por su carácter rupícola no había ninguna planta a una altura adecuada para fotografiarla con comodidad. El tipo de flor me recuerda mucho a la de los ejemplares de Hornachos o Quintana de la Serena, con pétalos más redondeados y menos desiguales que los de las sierras de Arroyo, Alange o La Zarza.

Tuve la suerte de coincidir con la visita de un polinizador a unas flores de Erodium, una mosca de la familia Syrphidae (moscas cernidoras) que parece ser Eupeodes luniger. Esta planta parece que no tiene problemas con sus polinizadores ya que por lo que he podido ver son especies abundantes como las abejas Apis mellifera y Andrena sp.o el inevitable Macroglossum stellatarum, la Esfinge colibrí. El año pasado vi en esta población a la mariposa Lycaena phlaeas posada en sus flores, aunque esto no debe ser habitual en años normales con flores más accesibles.

TRUJILLO (CÁCERES, SPAIN): AVES Y QUESO.

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Mientras nosotros nos dedicamos al queso esta colonia de primillas se dedica al Alacrán cebollero.

Que el hombre haya llegado a la Luna, no es más que una circunstancia sobrevenida del pique entre dos matones de barrio. El Quijote lo escribió el hombre que olvidó escribir su mejor obra: su autobiografía. Las fotos más impresionantes de la historia las hizo un grandísimo fotógrafo en la playa de Omaha en junio de 1944, todas estaban terriblemente desenfocadas por el miedo. Si Wallace no hubiera mandado una carta a Darwin, este posiblemente nunca hubiera terminado el Origen de la Especies. La Flauta Mágica la compuso un extraterrestre. La lista podría seguir y hacerse muy extensa, pero yo tengo muy claro que el mayor logro de la Humanidad es la de aquel tipo que hace unos miles de años se atrevió a comerse la leche que se le había estropeado, le gustó y desde entonces se dedicó a estropear leche. Hoy en Francia, España, Suiza e Italia los seguidores de aquel valiente siguen manteniendo y renovando diariamente la noble tradición de la elaboración del buen queso. Resulta increíble que con tan reducido número de ingredientes puedan existir miles de variedades tan diferentes.
 
 
Todas la cebas que he visto este año son de Alacrán cebollero.
 
Pajarear sin necesidad y comer queso sin parar son dos actividades que han caracterizado mi vida, por eso una Feria del Queso dentro de una ZEPA, al lado de mi casa y en mayo, es algo que para mí se acerca bastante a un regalo de los dioses.

Hembra reclamando al macho su Alacrán cebollero.

Imaginad una plaza del siglo XV rodeada por una ciudad de esa época, tan bien conservada que a veces parece un decorado y, sobre todo ello, una antigua fortaleza musulmana. Imaginad que cada torre tiene varios nidos de Cigüeña blanca, que cada mechinal se lo disputan cernícalos primillas, lechuzas, estorninos negros o grajillas, que podemos ver dos especies de vencejos, dos de aviones y dos de golondrinas. Imaginad que en invierno incluso podríamos ver Treparriscos. Ahora imaginad esa misma plaza llena de puestos con cientos de variedades de quesos de toda España y de otros países como Francia o Portugal. No puede haber nada que estimule más nuestro cerebro que degustar un Gamonedo mientras con el rabillo del ojo averiguamos si esos vencejos que acaban de pasar por encima de nuestra cabeza son pálidos o comunes.

Y si no te gusta el queso también puedes ir a Trujillo esos días, que ya bastante desgracia tienes. Lo mejor es que ni entres a la Plaza, dirígete directamente a la Plaza de Toros y disfruta de uno de los mejores espectáculos ornitológicos que podemos ver por estas fechas en Extremadura: una colonia de unas 50 parejas de Cernícalo primilla que podremos observar a placer. Se me ocurren pocos sitios mejores para disfrutar de esta preciosa rapaz.

OTRO ENDEMISMO GREDENSE: Armeria bigerrensis subsp. bigerrensis.

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Armeria bigerrensis subsp. bigerrensis en un prado de cumbres junto a Minuartia recurva. El Torreón, 2400 m.
 
En 1951 Francisco Bernis publica el fruto de su dura labor de revisión del género Armeria. En la monografía, de casi 300 páginas, reduce las 150 especies iniciales a sólo 7 e incluso llegó a plantearse la idea de dar por buena una sola especie. Se encontró con lamentables conflictos, como autores que llegaban a ser incapaces de diferenciar sus propias especies, autores que describían nuevas especies cuando herborizaban en poblaciones de plantas descritas por ellos, etc. No es de extrañar que empezara a ver con mejores ojos a las aves después de aquello. Pero una cosa sí dejó clara, que este género necesita mucho más que morfología para diferenciar especies y que la ecología puede ser tan importante como el aspecto. En 1990 Gonzalo Nieto Feliner emplea un criterio eco-morfo-geográfico en su revisión del género.


Armeria bigerrensis subsp. bigerrensis en una zona sin Cabra montés. El Torreón 2400 m.

A pesar de todo sigue siendo un género complicado y conozco a expertos botánicos que arrugan la nariz ante una Armeria o miran disimuladamente para otro lugar. Unas barreras reproductivas muy débiles dentro del género, la existencia de individuos autoincompatibles obligados a cruzamientos en la mayoría de las poblaciones, la plena capacidad reproductiva de los híbridos y la frecuente convivencia de varias especies, hacen que la hibridación sea muy habitual y, con ella, ese polimorfismo gradual que las hace tan complicadas.

¿Armeria bigerrensis x caespitosa? La Covacha, 2300 m.

 En las Sierras de Gredos y Béjar contamos con un puñado de armerias endémicas que nos permiten intuir como funciona el género en esta zona. Por un lado Armeria bigerrensis subsp. bigerrensis ha dado lugar a dos especies endémicas en su entorno, que sobreviven gracias a ocupar otros hábitats: Armeria salmantica en la Sierra de Francia-Hurdes (donde ya no hay A. bigerrensis) al cruzarse con Armeria transmontanay Armeria rivasmartinezii en Béjar-Gredos al cruzarse con Armeria arenaria subsp. vestita. Por otro lado, mantiene una feroz pugna con Armeria caespitosa en el centro y este de Gredos, ya que todos los individuos que se encuentran en la sierra de esta última especie llevan el sello de bigerrensis.

Más abajo, ya en el piso oromediterráneo dominado por piornales, encontramos Armeria arenariacon dos subespecies (segoviensis y vestita) y Armeria transmontana. La Armeria arenaria subsp. segoviensisparece aquí la dominante, pues la otra subespecie, mucho más rara ya, parece que está siendo absorbida por hibridación, mientras que Armeria transmontana presenta rasgos que indican influencia de segoviensis.

Armeria bigerrensis subsp bigerrensis. La Ceja, 2430 m.


Armeria bigerrensis no es una especie abundante en Extremadura, ocupa idealmente los prados psicroxerófilos de cumbres, considerándose, de hecho, una especie característica de los mismos. Los suelos crioturbados de esos medios tan extremos hacen imposible la presencia de otras armerias de su entorno. Su rareza, aparte de la escasez de zonas por encima de los 2.000 m y el cambio climático, posiblemente sea debida a una excesiva presión por parte de los herbívoros como la cabra montés y doméstica, la vaca o incluso el cada vez más abundante ciervo. La mejor población se encuentra en prados de cumbres del entorno del Torreón, donde además aparecen magníficos ejemplares y donde parece que está comenzando a absorber a A. rivasmartinezii. Al otro lado del Puerto de Tornavacas, ya en Gredos, la especie casi desaparece de los prados de cumbres (algunos individuos dispersos y ramoneados en la Portilla del Losar, las Azagallas o la Cuerda de la Covacha) y se muestra casi exclusivamente como una especie rupícola, lo que no le permite mantener poblaciones numerosas. Encontraremos ejemplares enriscados desde Tornavacas hasta Madrigal de la Vera. En el entorno de la Covacha y Riscos Morenos se han localizado ejemplares de aspecto intermedio con Armeria caespitosa (En la cercana Laguna de la Nava, ya en Ávila, hay plantas que parecen plenamente Armeria caespitosa).

EL GEOPARQUE DE VILLUERCAS, IBORES Y LA JARA

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Recupero aquí  mi foto favorita de Macromia splendens.

No voy a entrar a valorar los valores geológicos incuestionables del Geoparque de Villuercas pues seguramente cometería buen número de errores. Lo que es cierto es que este lugar nos permite reconstruir el pasado remoto, aunque sea sólo mentalmente, interpretando sus maravillosos fósiles, pliegues y fallas. Sólo por esto ya merece la pena acercarse a conocerlo.

Pero dejando a un lado las piedras, este Geoparque también nos ofrece una maravillosa oportunidad de revivir de manera modesta, es cierto, pero completamente viva los avatares que durante las últimas glaciaciones iban a configurar lo que es nuestra actual fauna y flora.


 Sólo se conoce una población de Daboecia cantabrica en Las Villuercas.

Eligiendo algunos puntos de río Ibor uno puede sentarse a la orilla del río bajo la sombra de algún ejemplar de Loro (Prunus lusitanica), un árbol que mantiene en esta comarca buena parte de los últimos individuos del continente. Con suerte, se dejará ver alguna Libélula brillante (Macromia splendens) volando velozmente a 1 metro de la superficie del agua mientras defiende su territorio. Exactamente la misma imagen que se lleva repitiendo en esta zona desde hace más de 3 millones de años, al igual que ocurría en buena parte de Europa antes de que las últimas glaciaciones acabaran con prácticamente todas las especies subtropicales, incluyendo al Loro y a la Libélula brillante.


Ejemplares de Prunus lusitanica en un abrigado barranco de Las Villuercas.
La imagen típica de un refugio de flora.

Paseando por algunas de las umbrías más frescas de la zona más alta de la comarca, puedes sorprenderte con alguno de los últimos ejemplares de Abedul (Betula alba) y Roble carballo (Quercus robur), o incluso descubrir las matas de Arándano (Vaccinium myrtillus) en los mismos lugares donde los osos las buscaban hace cientos de años. Son posiblemente las especies más representativas de los bosques boreales de origen Eurosiberiano que llegaron a la comarca durante las fases frescas y húmedas de las últimas glaciaciones. Hace unos 8.000 años el clima se tornó mediterráneo con una fuerte sequía estival y estas especies también desaparecieron de la Europa Mediterránea. Habían sustituido a las especies subtropicales y ahora ellas mismas eran desplazadas. Curiosamente en esta comarca unas y otras pudieron refugiarse y mantenerse relativamente próximas.



Una turbera del Valle del Guadarranque.

Podemos encontrar repartidas por enclaves favorables de la comarca otros ejemplos de especies relictas. Entre las especies supervivientes del Terciario podemos citar a la insectívora Flor del Rocío (Drosophyllum lusitanicum) y a la Azucena portuguesa (Paradisea lusitanica), hoy casi desaparecida aquí, o al Cambrón (Echinospartum ibericum) y al Cenizo (Adenocarpus argyrophyllus) como reliquias de los matorrales de cumbres de leguminosas del Plioceno (hace entre 5 y 2 millones de años). Posiblemente las especies más conocidas de origen eurosiberiano en la comarca sean las plantas asociadas a la turberas como el Brezo vizcaíno (Daboecia cantabrica), el Brezo de turbera (Erica tetralix) y las insectívoras Rosolí (Drosera rotundifolia) y Grasilla pálida (Pinguicula lusitanica).
 

EL EMBALSE DE GUADILOBA, CÁCERES.

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El Charrancito se resiste a abandonar este embalse.

Definitivamente la colonia de larolimícolas del Embalse de Guadiloba, cerca de Cáceres, no está pasando por su mejor momento. Hace tan solo diez años se podían observar aquí grupos de más de 100 canasteras (Glareola pratincola), unas 10 parejas de Charrancito (Sterna albifrons), más de 15 parejas de Cigüeñuela (Himantopus himantopus) o más de 10 parejas de Chorlitejo chico (Charadrius dubius). Incluso los fumareles cariblancos (Chlidonias hybrida) tonteaban algunos años. Hoy, apenas una pareja de charrancitos que no tengo claro que estén criando, algunas canasteras en vuelo alto sobre el embalse, 1 ó 2 parejas de cigüeñuelas que tampoco parece que se reproduzcan y no más de 3 parejas de Chorlitejo chico.
 
La razón de este declive parece clara, la ausencia de un lugar de cría a salvo de los pescadores. Ya sé que no me gano muchos amigos con esto, pero no hace falta más que darse una vuelta por el embalse para ver cómo la isla-península de cría es invadida por coches en cuanto el nivel de las aguas lo permite, sin importar que en esos momentos se esté iniciando la reproducción de estas especies. Ya antes se había perdido una zona tradicional de nidos como consecuencia de unas obras. En la cola del embalse tampoco mejora la cosa, ya que se une a su mayor exposición, accesible por tierra para depredadores y ovejas, la posibilidad de acceso en vehículo hasta casi la zona de cría.
 
Chorlitejo chico

 
Es una pena que en un momento en el que se mira al turismo ornitológico como un recurso capaz de generar empleo, se permita la pérdida de los valores que hacían de este sitio un lugar conocido por los pajareros, que tras visitar los llanos del entorno se acercaban aquí a sumar alguna especie interesante a su lista. Los Llanos de Cáceres ya no son lo que eran para el Aguilucho cenizo o el Sisón, las estrellas aquí son cada vez más los actores secundarios, quitarle ahora las canasteras y los charrancitos sin duda merma bastante el producto. No sólo de Avutarda vive el hombre que, llegado el caso, podría vivir mejor en Villafáfila.


La solución parece tan sencilla que resulta increíble que no se haya acometido ya. Si realmente queremos ser un referente en turismo ornitológico no se puede vivir sólo del tirón de Monfragüe y ver como todo el mundo nos adelanta. No basta con conservar (que como se ve ni eso), además hay que fomentar. Yo aquí veo dos acciones muy sencillas y económicas. Primero, la apertura de un canal de unos pocos metros que convierta la isla-península en una isla permanente, evitando el acceso con vehículos. Segundo, instalación de islotes flotantes anclados al fondo en el centro del embalse, a una distancia que permitiera su observación sin molestias. Esto no es complicado, ni caro. En el cercano Embalse de Talaván se instalaron unos islotes diminutos en los que han criado los charrancitos y los chorlitejos. Sólo habría que hacerlos de mayor tamaño y esperar a que sean ocupados por charrancitos, canasteras, chorlitejos chicos y cigüeñuelas y, quién sabe, tal vez con el tiempo incluso se podrían instalar pagazas piconegras.

ALZACOLA Y PECHIAZUL (Rufous Bush Robin and Bluethroat).

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Alzacola (Cercothichas galactotes subsp. galactotes)
 
Poder ver Alzacola y Pechiazul en sus territorios de cría en la misma mañana (madrugando, se entiende) para mí se acerca mucho a rizar el rizo. Se trata de dos de mis pájaros favoritos desde que era un niño, con el primero disfrutaba cada verano en los olivares de La Montaña, en Cáceres y con el segundo pené durante años buscándolo en Gredos cuando tenía la suerte de que alguien me acercara a la sierra, siempre o muy pronto o muy tarde. Ahora, que uno ya va para mayor y puede moverse sólo, es cuando me doy cuenta realmente de lo localizados que están estas dos especies en la provincia de Cáceres. Los alzacolas de La Montaña parece que son cosa del pasado y los pechiazules, que sin saberlo criaban a poco más de 40 km de la casa de mis padres, ocupan un puñado de enclaves diminutos, que un año se queman y otro casi.

Pechiazul (Luscinia svecica subsp. cyanecula)

El hecho de que para los expertos en biogeografía el Alzacola sea un especialista climático, propio de climas cálidos y secos, no olvidemos que cría en los oasis del norte de África, no deja de llamarme la atención cada vez que lo observo en el norte de la provincia de Cáceres. Pero más me sorprende el hecho de que a no más de 30 km del lugar donde crían los alzacolas, con su indudable aspecto de ave del desierto, se reproduzcan tan tranquilamente los pechiazules, un ave que para los mismos expertos es un ave de climas frescos o templados con ciertas necesidades de agua, algo que no sorprende de un ave que se reproduce en los bosques de abedules de las montañas escandinavas.

Alzacola mostrando el porqué de su nombre.


Este maravilloso contraste es algo que debemos agradecer a nuestra situación geográfica. La Penillanura Cacereña está surcada por valles fluviales, o más propiamente tajos, bastante cálidos, algunos de los cuales llegan a los mismos pies de la Sierra de Gredos, alcanzándose desniveles de hasta 2.000 m en apenas 20 km. Una circunstancia que, aunque nos permitirá disfrutar de una gran variedad de especies (eurosiberianas y mediterráneas), tendremos presente en cada uno de nuestros pasos una vez que hayamos decidido subir a la sierra por la vertiente cacereña. Y serán muchos.

Thymelaea procumbens

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Thymelaea procumbens. Flor masculina. Valle del Jerte, Cáceres. 1400 m.

Hace 5,96 millones de años se cortó la conexión entre el mar Mediterráneo y el océano Atlántico y, dado que la evaporación de Mediterráneo supera los aportes de sus ríos, comenzó un proceso de desecación de este mar conocido como la Crisis de Salinidad del Messiniense. Esta desecación casi total permitió la aparición de puentes de tierra que unieron la Península Ibérica con el norte de África y con Oriente Medio, uniendo la mayoría de las islas del Mediterráneo. Este parece ser el origen de la actual flora iberonorteafricana. Este acontecimiento también permitió la llegada hasta la Península Ibérica de un buen número de especies originarias de las zonas áridas de Asia Central, especies que se extenderían por ambas orillas del Mediterráneo y que forman la llamada flora Irano-turanica, entre las que podemos destacar los géneros Astragalus, Stipa, Artemisia y Thymelaea. La conexión entre Atlántico y Mediterráneo se restableció hace 5,33 millones de años y los puentes entre las distintas regiones se perdieron, iniciándose la evolución separada de estas especies que dará lugar a numerosos endemismos.

Thymelaea procumbens. Flores femeninas. Valle del Jerte, Cáceres. 1400m.

 Las especies de género Thymelaeason sumamente atractivas, si no por su escasa belleza, sí por sus interesantes estrategias reproductivas adaptadas a medios donde las condiciones son muy duras y cambiantes. Dentro de este género, con unas 30 especies, se pueden encontrar plantas capaces de producir frutos carnosos y frutos secos de manera simultánea. Esto, conocido como heterocarpia, permite a la planta producir frutos en los que primaría la dispersión, junto con otro tipo en los que primaría su dormancia y, por tanto, son un seguro de vida ante imprevistos ambientales (p.e. un incendio).
 
Thymelaea procumbens. Hábito. Valle del Jerte, Cáceres. 1400 m.
 
 La expresión del sexo en estas especies es muy complejo, así encontramos mayoritariamente especies dioicas, con plantas masculinas y plantas femeninas separadas, pero también podemos encontrar todas las posibles combinaciones con plantas con flores de los dos sexos, con flores de un sexo junto a flores hermafroditas, incluso plantas que cambian de sexo conforme avanza la temporada pasando de machos a hembras. En general las flores son bastante modestas y tienen muy poco desarrollada su capacidad de producir néctar, por lo que se considera que su polinización está dominada por el viento aunque también intervienen los insectos.

En junio de 1904 Gandoguer recolectó en la Sierra de Gata (¿Salamanca?) una especie de Thymelaea que atribuyó a Thymelaea nitida. Era una especie conocida y la cita pasó al olvido. En junio de 1951 un equipo de botánicos portugueses de la Universidade de Coimbra recolecta una planta no florida de Thymelaea en la Ribeira d’Arnes, Sabugal (Serra de Malcata). La especie les parece nueva pero sin flores no la pueden describir, así que el 20 de abril de 1952 recogen bastante material con flores en la misma localidad (A. Fernandes, F. Sousa y J. Matos). Ese mismo año Abilio Fernandes y Rosetta Fernades describen la nueva especie como Thymelaea procumbens y al estudiar el material de 1904 recogido por Gandoguer en España lo atribuyen a esta nueva especie.

Desde entonces se han añadido unas pocas citas nuevas, que confirman la rareza de este endemismo ibérico. En 1973 Casaseca la cita como abundante en los rebollares de Villarrubias en la sierra de Gata (Salamanca), en 1975 Fernández Díez la recolecta en La Alberca, en la Sierra de Francia (Salamanca). A principio de los años 80 Arturo Valdés Franzi la localiza en dos puntos de la Sierra de Gata (Cáceres). Con el nuevo siglo la especie es localizada en la Sierra de Gredos: el 4 de mayo de 2003 por Antonio González Canaleja en Navalonguilla (Ávila) y, posteriormente, dos poblaciones en el Valle del Jerte (Cáceres). En 2003 también se localiza otra población en Sierra de Gata cacereña (J. Blanco, S. Ramos y FM. Vázquez).

Thymelaea procumbens aparece en zonas aclaradas de matorrales de brezo, escoba o piorno en zonas de rebollar (Quercus pyrenaica) o por encima de este, sobre suelos ligeramente ácidos, entre los 700 y los 1900 m. Parece tener problemas en zonas de matorral muy cerrado, donde busca taludes, bordes de pistas o zonas quemadas. Es una especie dioica, aunque se encuentran ejemplares con flores masculinas y hermafroditas. Presenta un olor desagradable que persiste en los pliegos de herbario, aunque a mí la verdad es que no me ha llamado la atención pese a estar muy cerca al fotografiarla.

Collalba negra (Oenanthe leucura). Black Wheatear.

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Macho de Collalba negra. Parque Natural Tajo Internacional, Cáceres.


Yo creo que, a veces, a los investigadores les pueden sus prejuicios e intentar buscar explicaciones más o menos racionales a cosas que son por completo irracionales. Vamos a ver, si un pequeño pájaro hace burradas es que es un burro, simplemente.

La Collalba negra es la más grande entre las collalbas (y aún así no supera los 40 gramos de peso), su plumaje negro y blanco podría ser de una extremada elegancia si tuviera alguno de los brillos de un cuervo, pero tiene un matiz marrón ahumado, más acusado en la hembra, que la desluce (dicho aquí con un sentido estrictamente literal, porque me parece un ave hermosa). Tampoco tiene la gracia de sus parientes más pequeños como la bellísima Collalba rubia o la super-elegante Collalba gris ibérica. Pero hemos de concederle que en los secos y duros medios donde vive todas estas sutilezas sobran.

Quizás el comportamiento más conocido y estudiado de esta especie sea el acarreo de piedrecitas al nido y su entorno durante la fase inmediatamente anterior al inicio de la puesta. Esta es una costumbre muy de collalbas, gracias a la cual las hembras, que son las constructoras del nido, crean una plataforma de piedrecillas sobre la que asentarán la taza del nido. Pero en la Collalba negra, donde es el macho el que aporta prácticamente todas las piedras, este comportamiento traspasa los límites de lo que una persona consideraría normal. Todos los intentos de explicar dicho comportamiento como algo relacionado con la protección del nido o su termorregulación se han visto desvanecerse ante el frenesí acarreador de este pájaro.

Finalmente parece que estamos ante un caso claro de comportamiento que intenta poner de relieve el estado físico del macho ante la hembra y no parece que estas hembras sean fáciles de contentar. No bastará con que un pajarillo de 30 ó 40 gramos acarree más de 2 kg de piedrecillas antes de que la hembra le de su aprobación, pues esta nunca será total. El macho deberá repetir la proeza varias veces por temporada antes de cada nuevo intento de cría (nunca con tanta intensidad como en la primera ocasión, es cierto) y la hembra ajustará su puesta proporcionalmente al esfuerzo realizado por el macho. La hembra también puede aportar alguna piedrecilla, pero más bien parece que sopesa el trabajo realizado por el macho. Esta dureza de la hembra es lo que ha llevado a estas auténticas burradas, que deben tener un gran desgaste sobre los machos, como han podido observar los investigadores. Así se han constatado pájaros que han transportado piedras de 25 gramos más de 10 metros (¡volando!) o pájaros capaces de aportar hasta 82 piedrecitas en apenas 30 minutos. Esto es algo que se ha podido observar en más del 90 % de los nidos estudiados e incluso se ha verificado en casos en los que el macho presentaba gravísimas deformaciones en el pico. Está claro que los machos de Collalba negra deben envidiar a esos pájaros que resuelven la cuestión con plumas de colorines o bailes.

Mientras las Collalbas negras se agotan con estas exhibiciones, sus nidos parecen ser bastante vulnerables y son depredados en más de un 20 % de las veces en la primera puesta, subiendo a casi el 25 % en las puestas de reposición y bajando hasta algo más de 15 % en las segundas puestas. En no pocas ocasiones además la hembra pierde la vida. Recuerdo varios nidos en edificios abandonados donde tanta piedrecita te llevaba directamente al nido, como las famosas migas de pan del cuento.

Roto el hielo tras semejante esfuerzo, no es de extrañar que estas parejas de Collalba negra permanezcan juntas todo el año, vagando por sus enormes territorios. Las parejas vecinas pueden estar tranquilas y rara vez hay conflictos entre ellas, básicamente porque los otros machos no sentirán mucho interés por intentar cortejar a otra hembra. Y no me extraña.

Centaurea amblesis

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Centaurea amblesis subsp. amblesis. Sierra de Béjar, Ávila. 1500 m.

 
Descrita como Colymbada amblesis en 1854 por Mariano de la Paz y Graells con ejemplares del Valle del Amblés (Ávila), posteriormente es incluida en el género Centaurea. Se reconocen dos subespecies: la Centaurea amblesis subsp. amblesis, que habita la cara norte de Gredos desde Salamanca a Madrid, las sierras de Ávila, con presencia en Zamora y la Centaurea amblesis subsp. tentudaica, que habita la sierra de Tentudía al sur de Badajoz, penetrando en la provincia de Huelva. No se trata ni mucho menos de una especie común, así, aparece de manera puntual en praderas originadas por la eliminación del robledal o el matorral con fines ganaderos y en claros de piornales.




Cuando la miras cara a cara, esta Centaurea no puede ocultar su estrecho parentesco con nuestra querida Centaurea de Tentudía(Ver aquí), son como dos gotas de agua, y sólo me llama la atención el menor número de capítulos florales de la subespecie de Tentudía y su mayor tendencia a dejar de ser acaule (ambas cosas pueden ser simplemente ambientales). Eso es algo que nunca me ocurría con la Centaurea toletana, amarilla y con unas brácteas algo diferentes. Aunque parecía más fácil imaginar que las plantas de Tentudía procedían de la Centaurea de los Montes de Toledo, por su mayor proximidad, en lugar de la Centaurea del Amblés, lo cierto es que la distancia más corta entre A y B en biogeografía no necesariamente tiene que ser la línea recta.

Centaurea amblesis subsp. amblesis con 5 capítulos florales, algo habitual.


 
Hoy día se han podido reconstruir una buena cantidad de las rutas migratorias que pudieron seguir las especies de la flora ibérica en los últimos millones de años. El Sistema Central, donde habita Centaurea amblesis, estuvo bien conectado durante los últimos periodos glaciares con las montañas leonesas, donde todavía hay Centaurea amblesis, gracias a las montañas portuguesas. Además, la mayor influencia oceánica del país vecino (clima más templado y húmedo) permitió a las especies de requerimientos atlánticos y eurosiberianos dar el salto, en los momentos más favorables climatológicamente, desde la Serra da Estrela, en el Sistema Central portugués, hasta Sierra Morena (imagino que vía San Mamede-Sierras de Jerez). Esto explicaría la existencia de Centaurea amblesis y Viola langeana en la Sierra de Tentudía. Esta ruta permitiría evitar las Vegas del Guadiana y el Tiétar, la Penillanura cacereña, la Serena, la Campiña y la Tierra de Barros, extensas áreas nada favorables para nuestra Centaurea.

Iberodorcadion segovianum (Cerambycidae).

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Iberodorcadion segovianum subsp. dejeani. El Torreón, Tornavacas. 2400 m.

Retronival, con este palabrejo suelen describir los especialistas la ecología de este pequeño escarabajo. Rebuscado, aunque breve, si lo que queremos indicar que esta es una especie que vive en la media y alta montaña y que su ciclo comienza tan pronto como se retira la nieve. Sus larvas se entierran entre las raíces de gramíneas de montaña (Festuca sp.,Nardus stricta) y se alimentan de ellas durante el año que dura el ciclo.

Iberodorcadion segovianum subsp. segovianum. Las Veguillas, Tornavacas. 1600 m.


Frenesí reproductor en una población de alta montaña. El Calvitero, SA. 2300 m.

Iberodorcadion segovianum es un endemismo de la Sierra de Gredos (parece que también de la cercana Sierra de Francia) que en Extremadura tan sólo podemos encontrar en las comarcas de La Vera, Valle del Jerte y Ambroz. Aquí sólo lo he encontrado por encima de los 1.400 metros de altitud, alcanzando los 2.400m del Torreón, y en fechas que van de primeros de abril para las cotas más bajas, hasta mediados de julio para las zonas de cumbres. En las partes más altas su ciclo es más reducido y parece que se sincronizan más, por lo que en zonas donde está presente es fácil de localizar, dando una falsa sensación de abundancia. Pasados estos días también nos resultará fácil encontrar multitud de individuos muertos tras completar su ciclo.

Distribución de la especie en Extremadura en base a observaciones propias. En verde
la subespecie dejeani y en rosa la subespecie nominal.


En Extremadura están presentes las dos subespecies descritas para esta especie, la subespecie dejeani al oeste del Puerto de Tornavacas y la subespecie segovianum al este de dicho puerto. Conservo una antigua monografía que me regalaron donde Eduardo Vives, el gran especialista en Cerambídos, revisa este género y en ella se recogen 10 variedades para la subespecie nominal y 7 para dejeani, algo que supera mi entendimiento.

HILL TOPPING

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Macho de Jasón de cuatro colas (Charaxes jasius) en su percha. Ya se le aprecian daños en sus alas por los combates casi
continuos. En esta zona él era el macho dominante y por eso ocupa la zona más alta. Las Hurdes, Cáceres. 1500 m.
 
En ocasiones, mientras paseamos por una zona de cumbre en primavera, nos sorprenderá la cantidad de mariposas que podemos observar en esas zonas tan aparentemente poco favorables. Bueno, en realidad nos sorprenderá la cantidad de insectos (moscas, libélulas, cochinillas, tijeretas, etc.).

 Si le dedicamos un poco de tiempo, nos resultará fácil empezar a comprender que es lo que ocurre en esas zonas. Veremos cómo las mariposas, el grupo de especies más llamativo, tienen un comportamiento muy marcado, o bien se sitúan sobre una percha (una rama o una piedra) y defienden un pequeño territorio con gran agresividad, dando numerosas vueltas en torno a él, o bien realizan rutas lineales de patrulla a lo largo de la cuerda, o, por último, pueden agruparse en un punto concreto formando algo muy parecido a los leks de algunas aves.

Machos de Pavo real (Inachis io), al fondo, y Sofía (Issoria lathonia), izquierda, en sus vuelos lineales de patrulla. Estas especies evitan a la agresiva Jasón de cuatro colas situándose un poco más abajo. Las Hurdes, Cáceres. 1490 m.


Si, además, resulta que casi todos los individuos que observamos en la zona son machos, todo esto nos conduce a un comportamiento relacionado con el emparejamiento. Gracias al hill topping, en realidad una manera de facilitar el encuentro entre ambos sexos, los machos de mariposas de una zona se concentran en puntos muy concretos, que destacan sobre el entorno (normalmente una montaña, pero puede bastar un gran árbol o un arroyo), allí esperarán a que las hembras recién emergidas se acerquen a esas zonas (parece que tras unos vuelos exploratorios todas se dirigen invariablemente hacia la mayor elevación del entorno). Las hembras sólo permanecen en estos puntos el tiempo justo para escoger un macho y emparejarse, dejando la zona inmediatamente después en busca de zonas adecuadas para la puesta. Los machos se quedarán allí en busca de su oportunidad, ya que ni siquiera en estos lugares tienen garantizado el emparejamiento, por lo que los encuentros agresivos entre ellos son muy frecuentes. Esto supone un gran desgaste ya que normalmente en estos puntos no tienen alimento a su disposición.

Cuando estamos subiendo a una montaña muchas veces nos encontramos con algún macho de mariposa a media ladera realmente cascado, con las alas destrozadas que le hacen muy difícil el vuelo, seguramente en algún momento mantuvo su territorio en lo más alto y ahora ha sido vencido y expulsado. Si consiguió aparearse habrá merecido la pena, si no lo logró habrá sido un fracaso total, aquí no hay término medio.

LA COLLALBA RUBIA.

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Aunque por desgracia es algo muy poco habitual, todavía hay veces en las que un pajarillo parece que no tiene miedo de nosotros y nos alegra el día, esto sucedió esta pasada primavera en un camino a las afueras de la ciudad de Cáceres. Al pasar junto a este macho de Collalba rubia (Oenanthe hispanica) noté que apenas se movió, me paré y me ignoró, así que comencé a andar muy despacio hasta él y cuando estaba a menos de 3 metros decidí pararme. Estuve un rato mirándole, él parecía que hacía lo mismo conmigo. Esto duró unos 10 minutos y después se tiró al suelo a poco más de 4 metros y estuvo buscando bichillos. Incluso se unió su pareja, aunque a mayor distancia.

 

Mientras esto pasaba se cruzó por el camino un perro con una pinta muy fea, que me echó una mirada terrible mientras sostenía la cabeza de un ternero en su boca. Allí se terminó todo por mi parte, aunque intenté no perder la compostura y me vino a la cabeza el famoso estrambote de Cervantes:

Y luego, incontinente,

caló el chapeo, requirió la espada

miró al soslayo, fuése y no hubo nada

La Boca de Dragón de Gredos (Antirrhinum grosii).

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El hecho de que la Boca de Dragón sea una de las plantas más comunes en jardinería, por su fácil cultivo e inagotable capacidad para originar variedades cada vez más espectaculares, y al tiempo sea una de las más estudiadas por su facilidad de hibridación, siendo un modelo clásico en esta cuestión desde los tiempos de Darwin, hace que pasen bastante desapercibidos el resto de los componentes de este género, de carácter eminentemente ibérico.

Es cierto que la especie más popular es Antirrhinum majus, que ocupa básicamente la región alpina (Pirineos y Alpes), pero de las 24 o 25 especies de Antirrhinumsólo 1 es ajena a la Península Ibérica, mientras que 20 son exclusivas de ella. Se trata además de un género con un patrón de especiación muy característico de nuestra península, pues como han demostrado los estudios genéticos más recientes (Vargas et al., 2009) se trata de un género en el que todas las especies se encuentran muy próximas, lo que supone una diferenciación reciente. Se cree que durante el final del Plioceno y el Pleistoceno se formaron por aislamiento geográfico, debido a fuertes variaciones climáticas, un puñado de endemismos con un posible origen en el sureste peninsular. Estos endemismos en época de bonanza climática extenderían sus áreas de distribución iniciando una cadena de contactos e hibridaciones entre ellas que condujeron al surgimiento de nuevas especies. Así hoy, aún dentro de su afinidad, pueden reconocerse un grupo de especies del noroeste ibérico, otro del noreste y otro del suroeste que nos orientan un poco sobre estos contactos.

De las cuatro especies presentes en Extremadura : A. grosii, A. graniticum, A. meonanthum y A. onubensis, yo siento especial debilidad por la primera, la Boca de Dragón de Gredos, exclusiva de las sierras de Gredos y Béjar entre Ávila, Salamanca y Cáceres. Siempre he tenido la impresión de que es una especie menos abundante de lo que se piensa, su facilidad de observación puede inducir a pensar que es una planta abundante cuando sus poblaciones, dados sus hábitos rupícolas, nunca son muy numerosas. Hace años intenté hacer un censo de la especie en Extremadura, para lo que me recorrí todo el tramo cacereño de las sierras de Gredos y Béjar. La especie presentaba una distribución casi continua desde la sierra de Béjar de Tornavacas hasta Madrigal de la Vera, en el centro mismo de Gredos. Pero, lógicamente, sólo aparecía en los lugares adecuados por encima de 1.900 m agrupados en 10 poblaciones que a su vez se dividían en subpoblaciones, algunas de un solo individuo. En total algo menos de 300 individuos de todos los tamaños y, aunque el censo en la zona de Riscos Morenos y El Cancho seguramente infravalora la población real, su número no creo que alcance los 400 individuos.

Los alcaudones dorsirrojos extremeños (Lanius collurio).

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Bellísimo macho de Alcaudón dorsirrojo en su posadero favorito. Valle del Jerte, Cáceres.

A veces las cosas suceden de la manera más inverosímil. Cuando parece que ya poca gente pone en duda el aumento de la aridez asociado al cambio climático, algo que pondrá a una buena parte de Extremadura al borde del desierto, resulta que una especie de pajarillo de las verdes campiñas eurosiberianas se ha extendido en los últimos años por las montañas del Sistema Central, plenamente dentro de la región mediterránea ibérica, alcanzando Extremadura hace unos pocos años.

 Es conocido que algunas especies eurosiberianas aún están expandiendo su distribución dentro de la Península Ibérica, con el Haya como ejemplo más claro, pero que lo haga una especie que en sus mejores zonas centroeuropeas está en franco retroceso no parece que tenga mucho sentido. Por mucho que su patrón de migración oriental lo convierta en sospechoso de advenedizo recién llegado a la Península Ibérica, las cosas no suelen suceder así. Cuando a una especie le van mal las cosas, lo normal es que las primeras en resentirse sean las poblaciones situadas en las zonas menos adecuadas. Muy mal lo deben estar haciendo en Centroeuropa.

De momento, el Alcaudón dorsirrojo cría en dos zonas de Extremadura (Ambroz y Valle del Jerte) y parece que cada año se ven más aves y en más zonas. Son un puñado, es verdad, pero ya son varios años seguidos y en las mismas zonas, lo que hace pensar que tienen la intención de quedarse.

 
Para saber más de esta especie en Extremadura conviene consultar el blog Aves de Extremadura

La Esfinge colibrí del jardín. Macroglossum stellatarum.

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La Esfinge colibrí descansando antes de pasar a su dormidero.

Para aquellos que tenemos esa extraña perversión del gusto por las plantas raras y escasas, la Esfinge colibrí (Macroglossum stellatarum) no es un personaje cualquiera. Más bien se trata de uno de nuestros héroes más queridos. Desde los cantiles cuarcíticos de la Sierras centrales de Badajoz uno de esos fríos y húmedos días invernales sin insectos, hasta los tórridos días de agosto a 2.400 m en un prado de cumbres de Gredos, soportando sol y radiación ultravioleta a cascoporro. En cualquier situación Macroglossumrealizando la labor polinizadora de nuestras joyas botánicas con una eficacia digna de un monumento. Duro como un abejorro y con el radio de acción de un pájaro.

Resulta que hace más de una semana que cada noche una de estas mariposas elige nuestro pequeño jardín para pasar la noche. Llega cuando se ha puesto el sol, elige una ramita periférica de abedul o madroño para reposar unos instantes (un predormidero que diríamos si se tratase de un ave) y después vuela a un lugar más protegido en el interior de la copa, donde pasará la noche. Este comportamiento en un insecto, seres que solemos asociar con los robots, da que pensar. Va a resultar que los insectos también tienen su corazoncito, con sus gustos y costumbres. A donde vamos a llegar.

Pie de lobo menor (Lycopodiella inundata). Marsh clubmoss.

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Lycopodiella inundata. Sierra de Gata, Cáceres. 1.050 m.
 
Las Lycopodiáceas son una familia antigua cuyo origen se estima en el Paleozoico, entre 350-400 millones de años. Aunque se incluyen entre los helechos, siempre se las ha considerado unos bichos raros. Sea como sea, sobrevivieron a la gran extinción del Pérmico que acabó con el 95 % de la vida sobre la Tierra, lo que las hace dignas de todos mis respetos.

Fiel a su origen Lycopodiella inundata, es una plantita un poco rara a medio camino entre un musgo y un helecho. Su distribución actual es básicamente circumboreal, aunque de manera dispersa, con escasas localidades en la zona mediterránea y, curiosamente, con presencia en las Azores.

Lycopodiella inundata, también conocida como Pie de lobo menor, es la clásica especie pionera a la que cuesta poco imaginar prosperando en los periodos interglaciares. Su dinámica poblacional se basa en metapoblaciones donde, mientras algunas subpoblaciones se extinguen por alteraciones periódicas, otras aparecen al recolonizar terrenos alterados. El hábitat donde esta planta prospera es un fiel reflejo de su escasa capacidad competitiva, debe permanecer inundado en invierno y primavera para evitar la presencia de hierbas, pero debe secarse en verano, aunque sólo lo justo, suficiente para impedir la presencia de musgos esfagnos, pero no tanto como para que Lycopodiella pase sed. El agua además debe ser ácida y pobre en nutrientes.

Con tantos requerimientos tampoco es de extrañar que en Gran Bretaña, por citar una zona donde está bien estudiada, se conozcan zonas con una reducción de más del 80 % de sus poblaciones desde los años 30 del siglo XX. La situación de esta especie en la región mediterránea es todavía más delicada, fruto de lo que podríamos llamar la paradoja del pionero-relicto. Está muy bien ser pionera y de una estirpe antigua, pero si basas tu juego en una sucesión de extinciones-recolonizaciones debes asegurarte de contar con varias poblaciones a tu alrededor, de modo que, a una extinción le suceda una recolonización. Si no es así, el juego se acaba muy rápido.

En España sólo aparece en Pirineos, Galicia, Sistema Ibérico y Sistema Central y aunque no he localizado ninguna referencia para Extremadura, el ejemplar de la foto es de una pequeña población de la Sierra de Gata cacereña que localizamos en 2002.

Narcissus cavanillesii

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Narcissus cavanillesii


El otro día andaba buscando Narcisos humildes y no pude evitar darle vueltas al nulo interés que despierta esta especie pese a su rareza. Los botánicos que decidieron dejar atrás lo de Narciso humilde (Narcissus humilis) para renombrarlo Narciso de Cavanilles (Narcissus cavanillesii) tomaron, con seguridad, una acertada decisión de marketing. A nadie le importa una florecilla con un nombre tan escaso de encanto, el problema es que poca gente conoce a Cavanilles, por mucho que sea uno de nuestros más grandes botánicos.

Si partimos de una pequeña y discreta florecilla, le damos el nombre de un personaje antiguo y olvidado, la ponemos a crecer en hábitats tan poco refinados como bordes de caminos y cultivos y la hacemos florecer en otoño, tenemos garantizada la invisibilidad. Esto de la invisibilidad, por otro lado, no está tan mal y le evita más de un problema, pero siempre se corre el riesgo de que nadie se entere de que una de nuestras escasas poblaciones ha pasado a mejor vida.

En Extremadura en estos momentos hay unas 10 poblaciones conocidas (tras eliminar citas erróneas y poblaciones desaparecidas), todas en Badajoz, que suman unos pocos miles de individuos. La distribución mundial de esta especie se completa con un par de pequeñas poblaciones en Portugal, que fueron recolocadas para evitar quedar bajo las aguas de Alqueva (una tercera de hecho paso a mejor vida), las poblaciones andaluzas (Cádiz, Sevilla, Huelva, Málaga y Córdoba), las escasas localidades del norte de Marruecos y una argelina. Todo un imperio, vamos.

Narcissus serotinus


Esta planta produce un híbrido con el abundante Narciso otoñal (Narcissus serotinus) conocido como Narcissus x alentejanus, que llega hasta Valencia (algunos dicen que son un recuerdo de la presencia de Narcissus cavanillesii en la tierra de Cavanilles). Al parecer las barreras reproductivas en esta especie no están muy desarrolladas y dado que Narcissus serotinus rodea a cada población de Narcissus cavanillesii, superándola en proporciones astronómicas, para mí es un misterio que sigua habiendo Narcisos de Cavanilles extremeños y no haya sido absorbido por su pariente.
 
Narcissus x alentejanus
 
Mientras se resuelve esta cuestión, harían bien los botánicos en renombrar esta especie de cara a una futura puesta en valor que permita implementar una batería medidas interdisciplinares de gestión sostenibles, que tiendan puentes para el diálogo sereno entre ambos narcisos. Yo propongo llamarlo Narciso de Iniesta.
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